miércoles, 21 de marzo de 2007

Con las ventanas abiertas


Sé que nunca escribiré un gran libro. Es cierto que la fama me abruma. Odio que me hagan fotografías. Quiero ser yo la que inmortalice mis momentos. No sé si viviré en la playa, en el campo, la montaña o en la cuneta de una carretera: el ser mileurista te da muchas posibilidades.
Puede que recorra Europa con una mochila a mis espaldas. Prometo ducharme en cada albergue. Quizá me case con un ultrafalangista y me salgan hijos progres y a lo mejor con él pueda elegir dónde vivir porque se metió en política para forrarse. Quizá le envíen a la cárcel por corrupción y yo sólo tendré que ir a visitarle, mientras en casa me fumo los últimos puros que adquirí en mis constantes visitas a la Habana.
Y cuando cumpla la condena, ya habré firmado los papeles del divorcio y huido a una isla desierta que compré con el dinero que robó. Y allí fermentaré al sol hasta que despierte en la misma calle que me vio crecer, cantando canciones de mi infancia, viendo cómo dos niñas, que dicen ser mis nietas, juegan a la comba, y con las ventanas del ático abiertas, mientras el humo de mi cigarro se escapa, al compás de una canción de un compositor con similar vida.

No hay comentarios: