sábado, 12 de enero de 2008

Como vapor de agua . . .

Búscame en el perchero de la entrada, pero cambia las llaves de sitio...El pincel y mis témperas siguen guardando mi olor. Un perfume caro que me compraste. Repetías el regalo en todos nuestros aniversarios, quizá pensando en conservar nuestro amor de la misma forma que el frasco conserva al perfume...
He cambiado la cerradura de la puerta, no por miedo sino por rencor. Los corazones se dilatan tanto que si no explotan dejan cicatrices. Las fotos, en el desván, haciéndole compañía a las termitas. No me pidas que baje al garaje y le cambie el aceite al coche. Dijimos que eso era tu trabajo. Mi madre sigue haciéndote los mismos pucheros que devorabas, y las niñas siguen esperando tus arrumacos. No sé si guardarte una tarde de sol o que el sol nos guarde a nosotros. Dejaste una cáscara de naranja al lado del cubo de la basura y el olor impregnado en mis manos. Te pedí que no dieras ningún portazo y dejaste la puerta entreabierta, con tu sombra pintando la pared, de negro. Te fuiste como el vapor de agua de nuestras duchas nocturnas, escribiendo tu nombre en el espejo del baño. Aún diviso tu letra cuando me miro en el cristal. Fue como la muerte dulce de las duchas nazis, un adiós que no maquillaba ningún hasta luego, un silencio que mataba a los más fuertes, una sonrisa y un gesto con el brazo...
Un "ciao" nada italiano.