sábado, 26 de abril de 2008

Posdatas . . .


Alguien dijo que no nos debería preocupar la muerte porque serán otros los que tengan que superar nuestras ausencias. Nunca quise decirte que aquel atardecer en las escaleras del tanatorio inspiraba unas páginas de las tuyas; y ahora eres tú el que me las pides a mí. El aire llegaba marismeño, con la humedad de las lágrimas de los presentes. Yo tampoco me lo creía. Lloré mucho más en la ducha del día después, cuando fui descubriendo cada una de mis lágrimas en el reflejo de cada azulejo, intentando ocultar la realidad, huyendo de la propia muerte, la misma de la que tú y ella huisteis tantas veces. Tú también me dirás que la muerte de una madre es como si a uno le amputaran una parte de su cuerpo. A mí me cuesta imaginar mis veinte años sin ella. Y tú aún sueñas con que te coge de la mano y te aprieta y sigue acariciándote con la misma sutileza con la que un día meció tu cuna. Yo recuerdo su intranquilidad ante tus dolores de apéndice y tus “mamá, ¿te queda mucho para llegar al hospital?” Cuando estamos mal siempre pensamos en ellas, aunque ellas siempre piensen en nosotros. Es difícil no volver a encontrar una llamada perdida con su nombre ni siquiera un “no”, por respuesta, ante cualquier salida nocturna. Seguramente aún conservarás el color del carmín de sus labios, sus lápices y la máscara de pestañas. Tu madre nunca prescindió de ellos. Los aromas de sus platos vuelven a evaporarse cada mañana y tú harto de tantos almuerzos en los que sigue faltando su silla. A nuestro mejor día de playa nos llevó ella y debían de gustarle los atardeceres porque hasta el de su último día era bonito. Gracias por esperarme para empezar a llorar, por echar de menos mi abrazo. Gracias por arrodillarte ante el clero, aunque sólo fuera cuestión de minutos. Eres demasiado inteligente para creer en la vida eterna. No te quedes con el recuerdo frívolo de ella tras el cristal de la mampara, y dibújala con la misma sonrisa con la que aparece en aquella fotografía situada al lado del televisor en el que vimos Las cosas que nunca te dije. En la lista de Mi vida sin mí tu madre habría escrito vivir más años para estar contigo. Ahora eres tú el que debes escribirle de vez en cuando…

-Ya no vas a poder tomarte su arroz con leche.- me dijiste.
-Espero que lo aprendas a hacer tú.- te contesté.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

"debían de gustarle los atardeceres porque hasta el de su último día era bonito"...

Anónimo dijo...

me robastes una lágrima... aunque me duele pensar que hubo gente de derramó mucho más...

Anónimo dijo...

simplemente gracias...quizás haga lo que debo y escriba algo. Un besazo.

Anónimo dijo...

No sé como se puede escribir tan bien... que arte hija! Es precioso,.. se saltan las lágrimas como chorros. Nunca nos dejes de emocionar con tus palabras guapa!! Tu fiel admiradora ;-)jeje

Anónimo dijo...

Una vez más das forma a los sentimientos, nos enfrentas cara a cara con aquellos sentimientos y estados q recorren el interior de muchos de nosotros.
FELICIDADES...

Anónimo dijo...

a más de uno se le han saltado las lagrimas...

Gema dijo...

Siempre estaremos vivos en nuestras pasadas vivencias,que... como todos los seres,humanos hemos pasado por ellas,vivencias q fueron muchas,alegres ,tristes y bellas y de lo que no cabe duda es que detras de esta vida hay otra mas eterna.
Mi Turita se que estara en un sitio privilegiado,todos los que estuvimos cerca de ella la sentimos cercana en los momentos sobretodo que mas la necesitamos.